7.3.25

MIX de Laia Estruch en el Reina / 7 marzo 025

ayer vi MIX de Laia Estruch hecho en el medio de los como dos largos pasillos que conforman su expo titulada Hello everyone (Reina Sofía, 26 feb.-1 sept. 025). El público que allí habíamos estábamos sentadxs contra las paredes que no eran ocupadas por las esculturas que allí muestra; no podíamos movernos y, por eso, ella iba entrando y saliendo de las mismas; lo cual resultaba frustrante cada vez que desaparecía de la vista (que no del oído) y emocionante cada vez que regresaba. Pero ella fue muy generosa con el reparto de atención en particular a cada sala, y con el reparto de energía general con todo el público; y hay algo de este exceso hecho sin culpa ni vergüenza, sin contención pero tampoco desparrame: sin histrionismo pero sin pedir permiso ni perdón por ocupar el tiempo y el espacio: sin que la imponencia de un gran museo o una gran fecha o un gran cubo blanco le impusiera lo más mínimo, todo gozo y todo fuerza, que resultaba también bien emocionante de atender, de sentir, de vivir, como algo que estaba sucediendo delante de ti ese día y a esa hora. Y que por fin algo suceda así de crudo y puesto frente a ti da tanta genuina alegría como al escuchar su saludo cantadito en inglés, hello everyone, que por lo sencillo, jugado y expuesto, y por lo gracioso, emocionado y sincero, se vuelve medio conjuro y medio hipnótico, porque quién no querría aparecer así ante el mundo: hola..., pero quién se atrevería a aparecer así de directa en el mundo. Laia se atreve, y eso hace que le demos el poder para atrevernos a mirarla tan directamente también que de pronto transitamos por un montón de sensaciones propias más o menos conocidas, más o menos oscuras, más o menos agradables. Al verla hacer mover los sonidos que emite en su cuerpo y/o los movimientos que mueve en sus sonidos una siente su cuerpo más directamente. La performance de Laia Estruch es fortísima porque es muy virtuosa pero no solo. Es fortísima porque es muy presente, como ya pocas cosas lo son. Su presencia, su mirada, el perdimiento en vivo que pone en juego: la energía de lo vivo pasando delante de ti, y toda esa lengua descartada como sinsentido que ella va llenando y la va llenando a ella de seres, transformando en bichos, en cosas, en cuerpos, en conversaciones banales, en sencillas frases en inglés, en cancioncitas sencillas del revés vueltas algo tan extraño como estar vivo lo es, bordeando la risa y el abismo, lo feo y lo bello, la banalidad y la inquietud. Como Alma Söderberg hace desde la danza, quizás con formas de humor y alocamiento distintas las dos, quizá más sucio en su aproximación al lado oscuro las de Laia Estruch; una fuerza que podría comprender desde la máscara del teatro trágico o el grito del teatro de la crueldad hasta los silbidos de pastores o los silbidos que no se puede contener lanzar al bailar en ciertas escenas de música electrónica. A veces hecha a pasitos, mediante repeticiones tan desnudas siempre hecha, un cuerpo solo transformándose en un montón de cuerpos para después salir de la metamorfosis, volver a la calma, regresar a la metamorfosis varias veces (!!!!!), a solas con los objetos y a solas con la gente, haciéndonos sentir a solas con las cosas y nuestros cuerpos; como si una salvajada así solo se pudiera hacer desde la soledad, la fragilidad y el despojamiento radicales, y al revés, como si solo pudiera una romperse cuando de verdad tu fuerza vital fuera capaz de lo mayor y de la mayor multitud, y por eso la miramos, la escuchamos, deseamos que vuelva a aparecer y que nos siga contando, seguir siendo contadxs por esa fuerza, movidxs por su presencia, miradxs por su mirada. Lo de ayer en el Reina pa mí una de las grandes tardes grandes cosas. Me pregunto cómo será verla adentro de la caja negra del teatro. Me sale pedir más laia estruch más veces más caja negra más negro menos blanco menos museo más dolor más risa más todo porque este MIX ya ahí ya es que ya es como invencible.

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