20.2.24

de vuelta

La escena de cualquier serie que vi en otro tramo parecido, en la / el que el capitán del barco atrapado en el hielo, ante la imposibilidad de resolver nada, se retira a beber todas las existencias de alcohol que quedan disponibles en bodega y, después que las termina, tras muchas noches perdido / perdidas, regresa al cargo. La escena de angustia en la impresionante Electra de Fernanda Orazi, la escena de angustia del personaje de Emilio Tomé en Los gestos de Pablo Messiez, el tono del recitado del poema de John Wieners que desde hace años he tratado de decir en alto sin éxito hasta que ahora por fin me doy cuenta que es exactamente el de la angustia, su tono como en cadena, encadenada, su voz seguida, o mejor dicho, perseguida, y se lo cuento a Raxet 1 de madrugada de pie al lado de la puerta del baño las dos hablando de tonos, lenguaje y poemas después que presente Cierva Imperio Perreo con Eddi Circa, El corazón del daño de María Negroni, qué cosa más bestial y a la vez precisa, bestial precisa: ¿pero cómo?, el último magnífico poema del bello Interior verano de Javier Vicedo Alós, leer el poema del miedo y los terrores nocturnos de REKORD en la presentación en JUF y que alguien lo encuentre y de pronto reconozca y recuerde en su interior y después lo comparta conmigo en la conversación, los demonios que persiguen a James Ensor y los de Susan Bee, ¿qué viene antes: el sentimiento o el lenguaje?, la teoría del lenguaje que leí diría que el lenguaje vs en los talleres de poesía que hago se suele oír que el sentimiento, pero cualquier capitán encerrado bebiendo de noche sabe que en esos tramos de obsesión verbal y dolor corporal que sobre todo pasan de noche, lo que precisamente pasa es que nada se distingue muy bien -el cuerpo, el lenguaje, la cabeza, el tiempo-, pues todo ha perdido su contorno, como en la noche sin luz no lo tiene, incluso cuando la luz está encendida, y por eso se le dicen oscuros a esos sentimientos y pensamientos oscuros que en Electra va gritando la actriz tirada sobre el suelo o, mejor dicho, contra el suelo, como para traspasarlo, y en Los gestos son como un hilo agudo de voz que va muy rápido y retuerce el cuerpo del actor también tirado contra el suelo, y en Wieners también le hace ir muy rápido porque lo persiguen, o mejor dicho, se persigue, lo está persiguiendo a Wieners él mismo, su voz tan solo se adelanta porque él no se cabe ya, no se soporta, y la voz aguda alta es la manera de hacerse caber en él por afuera de él; y al escuchar todas esas piezas desde la grada en el teatro o desde este lado de la página, unx se siente menos solx en esa sensación que sobre todo se define como absoluta soledad; y es esa sensación la que creo que me mueve a querer leer el primer verso del poema de Vicedo, "yo no conozco el daño", no como una frase de un no nacido (que si te fijas bien es quien enuncia en el poema), sino como un conjuro para hablar y hasta salir de él / de ella, la angustia, el daño, el sufrimiento sin contorno, el arte como forma de darle forma a la mañana, cuando otra vez nos levantamos al alba / partículas infinitas del divino sol por los tonos de la noche venerado (wieners, la traducción es mía). Periferia de la noche, de Apichatpong, con una amiga vamos a tumbarnos a ver sueños y rayos y fuego y carreteras y gente también tumbada, que duerme medio sonriendo o que duerme en llamas, la calefacción, además, está muy alta y es, además, muy cálido y hasta dulce este arte que me parece es lo que en esta era un poco más necesitamos: calidez, encuentro, calma y un poco de belleza que no impida pensar pero acompañe. Con otra amiga tumbadas en un colchón en un suelo en un after conversando con franqueza y conexión; inteligencia, compañía, camaradería, calidez. Volver a casa por las mismas calles de siempre como sintiendo que los edificios te reconocen, aunque todxs sabemos que no son ellos quienes tienen memoria, pero salir / sacar de ti la perspectiva, la mirada, la memoria, es un decir que reconforta; como también reconforta saber que de algún modo esos edificios de esas calles en otro minuto en el que no pasamos por ellas nos olvidan, aunque todxs sabemos que no son ellos quienes, etc. No se trata de quedarse exactamente, sino de exactamente estar.

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