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el Manifiesto publicado hoy en Nativa.cat
el Manifiesto publicado hoy en Nativa.cat
Gent que treballa en cultura, per una renda bàsica universal i incondicional
Gente que trabaja en cultura, por una renta básica universal y incondicional
"Defendemos una renta básica universal, eso sí, que no puede servir de excusa por el desmantelamiento de aquellos recursos comunes estatales que ayudan a sostener la vida. Queremos una renta básica que simplifique cosas, sí, pero ni esta ni ninguna otra medida son la poción mágica que por sí sola modifica el sistema. Queremos una renta básica que, en un mundo desigual como el nuestro, deben pagar los ricos, y que debe ser paralela, por ejemplo, a una regulación de la vivienda que lo haga accesible y deje de justificarlo como bien de inversión.
Decimos que la renta básica universal sería la mejor política 
cultural, porque somos conscientes de que la cultura no se construye ni 
se sostiene, sólo, desde el trabajo de las personas que se dedican a 
ella, sino que depende en todos sus aspectos de un espectro social que 
incluye los que habitualmente llamamos público. ¿De qué nos serviría un 
sistema cultural que sólo estuviera al servicio de aquellos que tienen 
el tiempo, los recursos y la tranquilidad para “consumir cultura”? No 
tenemos más remedio que entendernos interdependientes y preocuparnos por
 las condiciones de vida de todo el mundo. Si la vida social no está 
garantizada, la cultura no es viable o acaba siendo un recurso 
insolidario y elitista.
Apostamos por la renta básica universal, también, porque no queremos
 soportar más un sistema que sólo nos pide producir -infatigablemente, 
infructuosamente y sin parar- contenidos culturales, año tras año, 
proyecto tras proyecto, en una dinámica en la que nada se aprovecha, 
nada es profundo, y en la que la cultura está en perfecta sintonía con 
tantas otras dinámicas de sobreproducción del sistema capitalista. 
Necesitamos la renta básica para poder parar la rueda, y promover otra 
cultura compatible con un mundo habitable y sostenible para todos.
[...]"
[...]"
******* 
hace unas semanas escribí una carta a la responsable última de la cancelación de una performance que iba a hacer a finales de mayo, que no quiso ni repensar formato ni posponer a otro momento ni por supuesto contactar conmigo para siquiera renegociar los honorarios. A la carta me respondió  un escuetamente otro funcionario, proponiéndome reclamar mediante un procedimiento jurídicio que (según he consultado) tengo las de perder porque ni siquiera me habían hecho contrato. Copio un  fragmento de la misma, sin nombres: 
La
 primera y principal es por las condiciones laborales y económicas de 
las artistas invitadas (y personal técnico y organizadores en caso de 
que se encuentren en la misma situación): ¿se han planteado en algún 
momento pagar los honorarios acordados por la participación en el 
festival? Y si no lo han hecho [...] le pregunto lo siguiente con total honestidad: 
cuando
 el año que viene, o el siguiente, o el siguiente, sus espacios 
culturales quieran volver a programar actuaciones de teatro, 
cuentacuentos, talleres de poesía, clases de baile, o, como en este 
caso, performances, y nos vuelvan a invitar a las artistas a inventar y 
compartir esos contenidos con la gente del municipio, ¿de qué habremos 
vivido hasta entonces? ¿cómo habremos sorteado la misma crisis que ahora
 mismo a usted también la tiene en casa confinada? ¿Usted podría seguir 
ejerciendo [su cargo] sin cobrar ingresos hasta 2021 o 
2022? (es más, incluso, ¿podría usted vivir con el sueldo pospuesto?).
La ventaja que ofrecemos las trabajadoras autónomas y temporales es que
 somos prescindibles en el momento que no conviene a los empleadores; y 
que somos y seremos fácilmente reemplazables dentro de uno, dos, tres, 
cuatro años por nuevas precarias que hagan los mismos trabajos de freelance
 por la misma remuneración, o incluso menor, en las mismas condiciones 
de plena inseguridad laboral y vital: yo misma estoy probablemente 
ocupando el puesto de las que se llevó la crisis de 2008, la falta de 
infraestructura de producción, salas de ensayo, honorarios dignos, una 
mínima regulación. Porque necesito comer y pagar el cuarto en el que 
vivo no siento diferente el valor de mi trabajo (en este caso artístico)
 del de ninguna compañera precaria de ningún otro sector y por lo mismo 
sé que, a falta de transformaciones más profundas de la economía, la 
única solución para todas nosotras sería una renta básica universal 
digna (y no la escasísima prestación extraordinaria a la que puedo optar
 estos meses del estado de alarma), la regulación de alquileres y el 
acceso a unos servicios públicos de calidad; pero porque llevo ya un 
montón de años trabajando como autónoma para numerosas instituciones 
culturales públicas de la península, sé que sin las becarias, las 
artistas jóvenes, las talleristas, las mediadoras, y demás personas sub o
 infracontratadas, esas mismas instituciones carecen de una buena 
cantidad de sus contenidos y no pueden, por lo tanto, ofrecer su 
servicio a la ciudadanía; o dicho de un modo más directo: si un hospital
 se queda sin sus celadoras o sus enfermeras no funciona. Entiendo mucho
 que en este momento de desconcierto tengan que priorizar otros aspectos
 de la crisis verdaderamente más urgentes que los festivales de arte 
(por ejemplo, la alimentación de sectores vulnerables de la población); 
mi pregunta es si han considerado a las precarias que llevan sosteniendo
 ese mismo festival y otros eventos culturales durante años, primero, 
como personas que necesitan comer y pagar el cuarto; segundo, como 
trabajadoras con las que han adquirido un compromiso siquiera tan mínimo
 como los honorarios puntuales por una actuación en el mes de mayo o, de
 haberse pospuesto el festival, en el mes de octubre. 
[...]
No hay modo de que su cancelación 
no me incumba, no hay modo de que deshaciéndose del festival no estén 
colaborando a destruir mi trabajo previo (pues ya estaba preparando la 
pieza que iba a mostrar) y degradar mi trabajo futuro. 
[...]" 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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