anoche participé del ciclo Poesía o barbarie en el teatro del barrio de Lavapiés. Dije que sí a la invitación que me hicieron por tres motivos. El primero es que me sorprendió en sí misma. Por causas diversas, hace bastante tiempo que apenas piso ningún circuito de la poesía (del tipo que sea). El segundo motivo es que me daba curiosidad conocer de primera mano el fenómeno cultural que se está dando en torno a los Slam poetry, la figura de Irene X (que ha vendido miles de ejemplares de sus libros) y el propio Poesía o Barbarie (que llenó las Naves del Español hace unos meses). Toda esta ola me había pasado desapercibida hasta hace casi nada y quería conocerla en persona. Cuando yo empecé a recitar poesía en lugares públicos, allá por 2004, también había movida en, digamos, bares y sitios nocturnos, pero no había tanto público, ni desde luego tantas ventas de libros. Calculo que la multiplicación y hasta parte del funcionamiento de la nueva ola tienen mucho que ver con internet, con youtube, instagram y facebook; tiene poco que ver con la lectura de libros, con la tradición literaria, digamos. El caso es que resulta sorprendente que tal cantidad de cuerpos se reúnan en torno a alguna idea de "poesía", cuando en torno a otra idea de "poesía" en algunos otros lugares públicos no se suele pasar de veinte-treinta personas, y doscientos o trescientos libros vendidos. Siempre he pensado que la escena de la poesía más, digamos, nocturna, corría el riesgo del espectáculo, pero también que a la escena de la poesía más, digamos, oficial, seria o literaria, le faltaba fe en la posibilidad de llegar a más lectorxs, deseo de comunidad, y sobre todo, compromiso con la construcción de situaciones de igualdad que incluyeran a personas a quienes a menudo la poesía les da miedo. De alguna manera mi posición como poeta parte de la hipótesis de que cualquier hablante puede hacerse cargo de su/s lengua/s en una situación de escucha y lectura que le rete, le comprometa y le incluya de forma activa. Y que ello sucederá independientemente del grado de erudición (conocimiento del archivo) que tenga quien lee y del tipo de contenido que emita quien escriba. Sé que es una posición ética y política bien complicada. En Euraca hemos tenido largas discusiones acerca de este nudo que solemos denominar Opacidad vs Transparencia. Yo soy del lado de la mesa que dice que la opacidad semántica, el desvío lingüístico, y cierta formalización exigente no sólo proporcionan un placer cerebral como ningún otro arte puede regalar, sino que además nos liberan de la presencia asfixiante del autor, de la autoría, abren zonas de universal, digamos, entre lxs hablantes que se ponen a leer/escribir: hacen que quien lea tenga que hacer algo parecido a escribir a la hora de colocar las partes de forma: y porque hay tensión formal las palabras aparecen: la lengua des-desaparece. La lengua está desaparecida en el común de las situaciones de comunicación. Es decir: la lengua está, pero nadie la siente: se usa, pero no se mira: se entiende, pero no se atiende. Es así como repetimos sin variación las frases pre-grabadas que circulan por las megafonías de las instituciones, los medios de comunicación, y demás centrales del sentir (le robo este título a un libro de la poeta argentina Agustina Paz Frontera para llamar a la tv) cotidianamente. Es así como, sobre todo, lo que hablamos, escribimos, y pensamos/sentimos, se homogeneiza. La homogenización no compone una totalidad y por supuesto hay resistencia cotidiana de parte de miles de puntos/cabezas/bocas del mapa de la lengua, peleando, friccionando, haciendo eses, ceceando, doblando la lengua, sintiéndola aparecer. A poco que se observe o escuche hay formas de lengua brotando en lugares inesperados, en bocas preciosas, en personas increíbles, se llamen o no poetas, tengan o no esa importancia ganada en la competencia del sistema literario. Yo creo mucho en esto que acabo de describir. Por eso, y este es el tercer motivo, decidí asistir a Poesía o barbarie para poner en práctica mis posiciones e hipótesis. Quería poner mi poesía al lado de otras ante un público mayormente distinto del que últimamente suelo tener. Algunos públicos están bastante separados de otros. Las escenas construyen públicos y una manera de llegar a todos ellos es transitar por distintas escenas. Yo quería mostrar operaciones de desvío y lenguajeo al lado de poéticas más centradas en el contenido/mensaje, para ver qué pasaba. Y la verdad creo que no pasó nada, o que -sin yo querer- contribuí a la extensión de un gran hueco. Y ya lo siento. Se me había olvidado por lo menos una parte importante de la ecuación. El canal.
El canal: el filtro, tubo, mirilla, cauce, canalón por el cual llega el agua del cuerpo que actúa al ojo que mira, de la boca que habla al oído que escucha, del cerebro que emite al cerebro que recibe, de persona a persona, entre personas. Un canal es un teatro o un museo o un libro o un salón o un garaje o una nave. Un canal es un precio, unas luces, un sistema de sonido, etc. El canal construye la manera en que se van a relacionar las personas implicadas en el suceso artístico. El canal influye enormemente en el mensaje: define gran parte de las operaciones de desciframiento que se van a (querer poder) realizar: define gran parte del sentido que se le va a dar a la cosa: cómo se te va a leer está en buena parte leído de antemano por el canal. Hay montones de detalles que parecen insignificantes en un principio y que suelen determinar el canal. Por ejemplo, ayer antes de salir a recitar quien presentaba me
preguntó qué era el Seminario Euraca, rápidamente, es decir,
básicamente, quién mierdas era yo. No es que me importe mucho que lo
sepa él, y no es que no me haya pasado más veces en todo tipo de sitios, pero me pregunto qué clase de invitación te hace alguien que no te conoce. Hay señales más obvias. Por ejemplo, sobre ayer, que cobraran la entrada a 7 euros y que no nos pagaran a lxs poetas, a pesar de que tengan que cubrir el alquiler del teatro, la comida y la promoción. La idea es, pues, que el canal funcione profesionalmente, pero que la poesía rellene precariamente. La consecuencia es, probablemente, que la poesía desaparezca entre el show. Y no es una cuestión de dinero literalmente. La lengua: ayer no hubo apenas de eso. De ayer entiendo que hay un deseo de expresión, sentimentalidad, autenticidad, llaneza, y diversión que una poesía desde luego no cumplía, que ciertos usos de internet probablemente cumplan, y que toma formas mezcladas en algunos poetas concretos... pero qué sé yo, la verdad ni idea...
Ni idea de por qué no deseamos más, de por qué no trabajamos para extender algo mejor, una experiencia del mundo más fuerte.
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