viajé a argentina y paraguay en febrero y marzo de 023 y tan intenso iba siendo el viaje en mí en el durante que iba casi olvidando cada acontecimiento a medida que avanzaba y se rizaban con la ruta las cosas que ocurrían, así que casi en seguida olvidé y he tenido que esforzarme luego en reponer la primera semana de todas, entre fresca y calurosa, en Buenos Aires, mayormente pasada conversando en las terrazas de amigxs poetas muy queridxs, lxs de la revista Rapallo y lxs de la editorial Slimbook, y la casa de Vic Cóccaro, con quien ideamos un próximo número de la revista Magnetrón de Vox que va estar potente en términos de poesía y sonido y sus preguntas no de antes sino de ahora: una emoción, un encanto, una forma no anecdótica pero tampoco abstracta. En una de esas terrazas a altas horas una última noche que ya hacía el calor abrasador interminable que ya nunca nos abandonaría, un muy viejo amigo y uno recién conocido discutieron a muerte sobre peronismo, racismo, militancia y ciclo histórico a un volumen y tensión que me hizo acordar del filo que, para mí, define buenos aires, un cuchillo que tanto me atrae cuando lo puedo observar desde mi posición de extranjera como a veces me duele al clavárseme cuando me incluyen en la conversación. Siempre me atrajo de Buenos Aires que no quepa no hablar o no significarse de un modo bastante opuesto a como pasa en espania, la ausencia de la auto-contención y auto-censura que presentan las culturas que, como la espaniola, han sufrido dictaduras muy largas, pero es muy dura la línea que a veces demarca la contienda verbal porteña. ¿A quién incomodás con lo que hacés y por qué la política consistiría en estar cómodx en todo momento con tu posición y opiniones? no son malas preguntas para llevarse de vuelta a madriz o no dormir por unas horas. Pero si unos segundos antes en esa misma terraza éramos capaces de analizar un libro de poesía con todos los detalles y contradicciones del mundo enfocados en una palabra y un verso; unos segundos después era la pura confrontación a la contra o a favor de una posición política concreta. Creo que por eso prefiero pensarlo todo, pero sobre todo la política, desde la conversación de poesía: porque aún permite un complejidad y contradicción en la que cabe elx otrx, pero sin perder el conflicto que nos enfrenta. De madrugada, después del fuego, todo el mundo se marcha alteradx pero contentx a casa, y esa es también una manera de vivir con el conflicto que también me atrae mucho de este lugar del mundo. Dos días después estoy viajando hacia Corrientes, donde, después de varias semanas de recorrido, creo sentir que hay también pasión de raíz argentina pero sin duda no hay tanto filo y caben más dudas y timidices, más sonrisas y desvíos, más dulzura. De momento nos hemos confundido de carretera de tanto hablar de todo y para no hacer quinientos kms más a oscuras después de cientos de kms a claras nos bajamos en un pueblo porque nos encanta su nombre, Esquina. Esquina se llama así porque es la esquina de la provincia. Está bastante vacío, hace un calor húmedo demoledor pero invitante a entrar en el verano por el fondo, algunas casas coloniales resisten en usos diferentes a los palaciegos, más populares, toda la gente con la que interactuamos es muy amable y dormimos en unas literas por poquísimo dinero, seguro menos de lo que cuesta tener encendido el aire acondicionado toda la noche. No muy lejos está Bella Vista, por el río, y más allá está Empedrado, al que volveremos unos días después, pero la gente no será tan amable, quizá porque el agua que sale del grifo del balneario decadente del lado del paraná en el que nos alojamos sabe podrida, y como todo el mundo parece tener parentesco entre sí y está todo tan silencioso y apagado, parecería que ese agua fuera la del incesto o al menos la de un secreto que hace que la gente pase de ser arisca a ser muy amable en un mismo día, y de hablarte a no conocerte. Cuando en Corrientes hay una pelea se dice de los contendientes que "se desconocieron", que creo que es un verbo muy preciso y afilado y que al poco de aprenderlo me va a regresar por boca de Liz para describir la pérdida de un amigo que, desconocido de sí, no quiso vivir más, dejándonos muy tristes a quienes lo quisimos. De Corrientes también se dice que tiene hechizo, es una frase hecha que mucha gente me irá diciendo a lo largo de los días, creo que con cierto orgullo, como si se pudiera definir así un indefinible así, porque ¿cuál es el hechizo? Una noche de calor muy extremo vamos a una fiesta de cumbia hecha entre un patio hermoso y una sala mediana a cuyo escenario se sube Aaron a cantar, y suena mucho la Joaqui, que es la diosa diva del momento, como la Zowi, zorra (a)trevida zorra le canta el Salas muy apropiadamente, y una chica de Resistencia me enseña los varios usos de la palabra "ñeri", que como "turrito/a", es la que tengo que conocer en esta vuelta por aquí, aunque ya me estaba sonando de algunas canciones que había oído y sobre las que flotaba, y que ya estoy mucho queriendo que venga a alguna letra de por aquí de por ejemplo eddi circa. Vamos al 60 cumpleaños de Susana a cantar karaoke con tantos familiares y amigxs y vecinxs de Susana que parece un pueblito entero convocado, en la propia fiesta se te olvidan lxs que conoces ya, y ella baila con los brazos extendidos en cruz en una imagen que no quiero se me borre porque es tal cual la alegría tal cual se siente en el cuerpo cuando crece. Vamos al carnaval de Laguna Brava, un barrio de tierra donde es difícil bailar en plataformas y tacones sobre la cancha de hierba en la que se hace el desfile; los trajes están hechos de cientos de plumas y cada una, me cuentan, vale un montón, así que imagina todo lo que tuvo que ahorrar esta gente para hacerse su traje y salir a bailar. Vamos a la playa del Yacaré a preguntarle cosas del pasado y el presente y porvenir al tarot mientras bebemos tereré frío, y son placeres sencillos ambos, comprender y refrescarse. Y vamos a la costanera de Corrientes, luz rosa a la tardenoche y unas boyas que cierran el agua hasta que se van los vigilantes y el agua de nuevo se puede nadar. ¿Por qué dedicarse al cine o a la poesía o a esto en lo que pones tanta energía sin que el retorno muchas veces se parezca a lo que unx esperaría que ese mundo iba a ofrecer, no ya dinero, sino una cierta ética y política que en el material estético se refleja? Pero al mismo tiempo, ¿cómo podría no hacerse? Más que respuestas son preguntas que de pronto me conectan con alguien como Clarisa o como Luis o como Lucas o como Bru o como Liz o como Gise, pero que en Buenos Aires, Corrientes o Asunción yo hallo menos aún utilitarias que hechas aquí en espania, y por lo tanto, más afirmativas aún en el hacer a toda costa que desencadenan. Y nunca como en el taller y la performance que hice en el Centro Juan de Salazar en Asunción sentí más claro que tiene todo el sentido del mundo dedicarle rato a que la poesía pase, aunque seamos pocxs por ahora porque los accesos a todo están cooptados por una cultura neoliberal que es pura necrofilia. Vamos a comprar fruta de la que quita el calor a una frutería de Barrio Chiquita que está sobre una avenida entre épica y deprimente y bastante oscura, que misteriosamente abre 24/7 en un país no muy entregado a la verdura, y es misteriosamente atendida solo por queers, que nos sonríen al llegar. Todo el viaje por Corrientes, Formosa y Asunción, a cada cual más homófobo el ambiente, va a funcionar esta conexión-desconexión inmediata, las miradas de alianza y apoyo, las de curiosidad y extrañeza, y las de vigilancia de los puertas de los clubs o de los gendarmes de la ruta que no dejan de pararnos y preguntarnos sin entender quiénes somos y qué hacemos todxs juntxs en un coche; el vínculo instantáneo que en concreto en Asunción se siente nada más se abre la puertecita de los espacios under, donde una encuentra camaradería y calidez, cariño y resistencia y un montón de en-común superalegre, que es, creo, el sentido más genuino e interesante de la palabra gay, que es alegrarse de que la vida vaya sucediendo sin rumbo fijo. Y hay un infinito tramo de las vidas con que me cruzo y converso y bailo y hago taller y rato que no puedo conocer porque no viví ni remotamente nada parecido, pero todo el tiempo siento este corredor de la homosexualidad o como quiera que llames a ese amalgama de formas de vida todavía no del todo normativas abre y que en seguida nos enlaza en usos subculturales propios como ir a bailar siempre, pero sobre todo en gestos mucho más sencillos y cotidianos al ir compartiendo vida de viaje -dormir como caiga, reírse de unx mismx y en general de todo, compartir intimidad y un cierto tipo de sinceridad desde el primer minuto- y en relatos de historias afectivas que se parecen un poquito, aunque los contextos no lo hagan ni lo hagan tampoco los modos de percepción de la vida correlativos a esos contextos. Aunque tengo intuiciones, me cuesta afirmar con solidez de dónde puede haber venido la percepción que en Europa hay desde como mínimo la generación de mis padres sobre la muerte, la enfermedad, la locura y los amores que concibe todos ellos como accidentes de una vida imaginada sobre un eje que -mal que bien- sigue una línea recta de progreso en vez de como acontecimientos de cuantos hacen la temperatura, mancha y densidad de una vida concreta de tendencia incierta, pero creo que el efecto de dichas percepciones no es igual a la hora de encarar dolores, pasiones, contradicciones y conflictos. No es accidental la vida sino que su consistencia material es caos, es salto, es dolor, asombro, ansiedad, muerte, amor, belleza y alegría aconteciendo en y entre condiciones materiales desde luego demasiado desiguales como para no abrasar dicha consistencia de maneras tan diferentes que podrían ser llamadas segregadas. El mundo está segregado y es insoportable esta partición. Las calles no asfaltadas, los barrios sin agua ni luz, las casas de ladrillo puestas sobre el polvo, sin protección alguna del calor, es decir, sin relación alguna con el clima que las envuelve, el techo de chapa, las casas de cuartos diminutos, las aceras destruidas, las calles sin iluminación, las torres abandonadas del centro de Asunción; el contraste de todo eso con los barrios cerrados, los barrios ricos, las casas inmensas con casitas de servicio, los jardines apabullantemente hermosos, los coches caros de cristales tintados, las garitas de seguridad para guardar una sola casa desde el exterior: un guarda que se pasa 8 o 12 horas mirando desde un cubículo un palacio. Y un paso más allá, las comunidades indígenas que sufrieron masacres como la de los pilagá en 1947, cuya reparación histórica hace muy poco dictada consiste en 900 pesos al año por persona (una miseria), 12 becas escolares y un monumento memorial que no han puesto todavía. En una de esas comunidades conocemos a Cecilia, militante peronista y feminista, que con su inteligencia política y experiencial complejiza aún mucho más la discusión que viví en buenos aires unas semanas antes alrededor del racismo histórico del estado nación, pero también de la necesidad de que el estado garantice los derechos humanos básicos, proteja los recursos como el agua, ofrezca educación pública, organice una mínima distribución de la riqueza. Me gusta que la discusión sea compleja y que a la vez parta de posiciones claras y contundentes, pero que no quieren pulverizar por completo la posibilidad de una vía de lucha. La fuerza vital que atraviesa el discurso y el cuerpo de Cecilia me contagia de esa fe que da la inteligencia sin trampas y sin concesiones, la lucidez extrema, el arrebato, el compromiso y una ética inquebrantable, y cómo no va a saber ella de obstáculos, y sin embargo, de lo que nos habla es de ir haciendo, de no dejar de hacer ni de ir, de pelear, aunque sea complicado, aunque parezca imposible. Igual esos días no sé bien qué decir y, la verdad, tampoco hace ninguna falta que yo diga nada. Poco después leo ese texto bien potente de Laura Llevadot que dice que "la filosofía mantiene su vínculo con la justicia, justo porque la filosofía tiene lugar en el lugar mismo en el que no se puede hacer. Su condición de posibilidad, como la del arte, la poesía, el cine, y todas las prácticas culturales, es la injusticia", y ahí de golpe comprendo la vergüenza de decir que estoy sintiendo en el lugar concreto que estoy buscando en un poema escrito-filmado con Clarisa, mitad de otro poema escrito-filmado que se hará en Galicia en un lugar concreto que conozco mucho más, pero del que no será menor la sensación de desplazamiento al intentar escribirlo-filmarlo. Hay esa tensión, y es irresoluble. También hay ese desafío, y es insoslayable. Y habrá inevitablemente inseguridad en cada paso que dé, o así me siento yo a cada pasito que doy, desde la propia invitación de Clarisa a escribir un poema localizado en un territorio que no es el mío, y al que he dedicado cada minuto que he tenido: dos páginas en cientos de horas hechas, a riesgo de perderse en el camino, pero ¿qué otra cosa, si no, es hacer en el sentido en el que ese hacer merezca la pena porque una deja de reconocerse para conocer de otro modo el mundo? Es la verdad ética que percibo en Cecilia, en Luis, en Clarisa, en Liz y en Lucas, la que al cabo me hace confiar, con humildad, en que algo lograremos contar que cuente para alguien. También me hace mucha fuerza para seguir apostando a unos modos de hacer cuando veo que ellxs viven y hacen así de coherentemente desde que se conocieron e hicieron juntxs Hoy partido a las 3 y Las Mil y una, y una forma de estar juntxs todo el rato (de verdad, no en teoría) mientras por afuera de las casas que vamos habitando no dejan de pasar todo tipo de cosas, diluvios, roturas, averías, desencuentros, fallos de comunicación, peleas, problemas; y se va todo compartiendo y desanudando como se puede al charlar y al reír y al estar, y pues eso, que como también se dice mucho por el NEA, aunque quizá en otro sentido, pero me da igual: Yendo. Y pues fuimos hasta el final del viaje o fue el viaje hasta el centro de nosotrxs porque siento que no salimos igual que como entramos del fiat palio blanco en el que nos movimos durante miles de kilómetros. De pronto ellxs, que vienen de un cine de hechura -según dicen- no experimental y de largo más popular en recepción de lo que los son las escenas y formas que yo transito en espania, estaban produciendo una pieza sin tanta narratividad y como hecha con las manos, más directa en su modo de producción que un largo de ficción. Y de pronto yo, que he escrito buena parte de mis poemas en cuartos y en bibliotecas y en sótanos u oficinas que con fran mm cabeza de vaca nos prestaran, estaba en una calle de noche hablando con las vecinas para que agarraran a los perros mientras filmábamos con el coche en marcha atrás, envenenada de lo que pueda ser de algún modo muy muy abstracto hacer ficción = encontrar un lugar y unos cuerpos que tengan algo para decir > mirarlos detenidamente > imaginar una imagen en ese lugar en esos cuerpos en movimiento > hacer una imagen pasar en el mundo > mover el mundo en el mundo > arriesgarse a que se vaya la luz o que se gaste la plata o que llueva y no haya imagen, o a que salga mal. Me dio la sensación de que siempre podía salir todo mal, pero pronto me di cuenta de que eso estaba bien. Y me encantaría que mi poesía la leyera mucha más gente de la que la lee, aunque suene rara pero no tan diferente de un mundo muy muy extraño y muy variado a poco que se mire con atención, o al menos a mí eso me parece todo el tiempo. Así que nuestra pieza, Versus Vía, tiene agua de ambas fuentes y del misterio que las une y no las divide. Ninguna obra de arte no es experimental, a riesgo de ser, si no, normal, pero experimental sí puede ser un estilo-textura que encubra una normatividad castradora y endogámica de lo que hay para hacer y para contar, cuando no, simplemente, una norma del gusto de una clase encubierta. Cuando hablamos de experimental y no-experimental creo que hablamos más de estilos que de categorías. Hay estilos museables, los hay de Autor, hay estilos periféricos, los hay al margen, hay estilos extraños que no encuentran respuesta, hay verdaderos altercados formales que en seguida conectan con la época, y etc. Los estilos importan, pero no son tan difíciles de desplazar. Quizá debiéramos revisar la propia noción de experimental, tal y como hicimos Clarisa y yo desde el inicio del proyecto, y escribí para una entrada de un diccionario de términos literarios que está editando Victoria Cóccaro para ser ya mismo publicado en Argentina*. El resultado aún no sé del todo cómo resultará, pero sé que en el camino estoy desplazando mis referencias y preguntas no para hacer otra cosa sino para tal vez hacer la misma con mayor intensidad y profundidad y, quizá por tal abismación, mayor desconocimiento del punto de llegada. Pues no hay llegada sino que hay, de nuevo, puntos de partida. La terraza alta de la calle Estrella debajo del mural a oscuras escuchando soda stereo. La Maradona, llamada así no por el futbolista sino por un doctor al que nadie recuerda, con la luz brillante del sol de tarde y la cumbia y los chamamés sonando. El camino de chicharras de sonido aturdidor. La lechuza aparecida en el bañado, como un rayo aparece, pero más única aún. La ruina de Asunción con la que tanto me encariñé que ya quiero volver. El río ancho marrón verde, el más bonito del mundo. El compromiso y la pasión de mis talleristas en el Salazar. Y además era verano, y además era robado a un invierno que era muy frío cuando me fui de madriz. Difícil no hacer una crónica sin que suene costumbrista, difícil que un relato al paso se quede con algo que pese, más difícil aún si la que pasa es, como yo soy, de afuera, aunque ese afuera traiga alguna sorpresa de la mirada que desde adentro pudiera no verse; imposible que una narración sacie y agote una experiencia por momentos ilimitada, deshacedora, inmanente a más no poder. La inmanencia y la verdad concreta del detalle, su infinitud y su intransmisibilidad, solo un poema o una prosa muy parecida a un poema, es decir, anudada y translúcida, la puedan transmitir vía electricidad. Pero quería apuntar aquí algunas poquitas cosas para compartir una parte de esta conversación que tanto me ha cambiado y electrificado con alguien más que con quienes íbamos en aquel coche, y para no olvidarme de algunos momentos que quiero mucho guardar. Porque muchas cosas ya se me han probablemente olvidado, como pasa con todas las experiencias de la vida, pero como con todas ellas pasa, su efecto, su sensación, su aprendizaje sí que está grabado a fuego y luz en mi cuerpo. ¿Por qué comemos y bebemos / otra cosa que luz o fuego? es una línea de Espacio de Juan Ramón Jiménez que nada que ver con el NEA ni con por ejemplo el poeta correntino Franco Rivero o la poeta marplatense La Joaqui, ambxs daimons del viaje, pero se me hace inmejorable para coso.
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*EXPERIMENTACIÓN: En principio, experimentar sería probar algo y, mediante la prueba, conocerlo y hacerlo parte de una, por contacto más físico o vibrátil. En el medio, esa prueba es trasladada a una sala aséptica y aislada donde las variables se puedan eliminar o introducir controladamante para confirmar o desechar una hipótesis, por lo que, a estas alturas de la crítica feminista y decolonial de los dispositivos modernos, debiéramos sospechar de los sesgos y agresiones que dichas condiciones de análisis y operación procurarían a algunos de los objetos (también estéticos) que entran en el laboratorio, y tal vez recuperar la sensibilidad que la palabra asociada (y bifurcada) “experiencia” (no así las experiencias cada vez más virtualizadas y preproducidas que vivimos) todavía podría guardar. Aplicada a las artes, en general, y a las verbales, en particular, tal vez podría todavía guardar la historicidad de una conjunto de marcos teóricos y prácticas expandidas, interdisciplinares y de tendencia ostensivamente constructiva (que resalta su hechura) que pusieron a prueba la materialidad lingüística y límites formales del poema heredado desde finales del siglo XIX y hasta donde queramos hacer terminar el siglo XX, más intensivamente usada en lo que quiera que acotemos como su segunda mitad; pero aplicada al milenario y heterogéneo conjunto de usos verbales comúnmente llamado Poesía ofrece algún problema de comprensión, pues ¿qué adjetivo podría realmente hacer de opuesto o de envés de “experimental” fuera de las décadas en las que dicha etiqueta presentó relevancia antagónica y pertinencia contextual?, y, en consecuencia, ¿solo en el siglo de avance explosivo de las máquinas se “experimentó” con el lenguaje?, y, si así fue, ¿hasta qué punto no compartieron algunas de aquellas experimentaciones las hipótesis de la “estética fósil” (vid. Jaime Vindel) y la “hipótesis cibernética” (vid. Tiqqun)? En términos arqueológicos, quizá el único posible opuesto de “poesía experimental” útil para todo contexto y ocasión sólo podría ser “poesía normal” como modo formal ultraestabilizado, es decir, la forma de poema más posiblemente absorbida por la idea y el modelo de poema prevalentes en el corte histórico desde el que se realiza la lectura: un poema que al pasar por el filtro de la norma de lecto-escritura hegemónica del momento dado, ni prueba, ni tensa, ni hace notar sus preguntas; lo cual puede llegar a incluir las texturas y superficies que a lo largo del siglo XX se han ido estancando a la vez que han ido epitomizando lo que quiera que sea la experimentación. En vez de un/el estilo experimental previsible: imprevistos estilos devenidos de la experimentación. En términos prácticos, desde la práctica de la creación, creo que el mayor reto de la experimentación consiste en probar a hacer materialmente algo que no se sabe del todo (aunque algo se sepa, se busque y se proyecte) a riesgo de que no salga lo que unx esperaría ni, incluso, lo que unx y lxs demás querrían, sino otra cosa, y hacerlo escuchando/enfocando al material un poco más especialmente; es decir: desorientarse y desde ahí refigurar la vía de salida. Éticamente, quizá podría ser sinónimo de riesgo estético; no de calidad, no de innovación, no de progreso, sino de riesgo; “y si la obra es frágil, mejor” (Rodrigo García).
María Salgado, Diccionario de términos literarios, ed. Victoria Cóccaro, UNA, Buenos Aires, en prensa.
Fotografías
(1) Laguna Brava, carnaval
(2) Al costado de la Maradona
(3) Formosa, primera noche de filmación
(4) Salitre a solas, ensayo en el Juan de Salazar
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