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El de Pablo Martínez en el MACBA no era solo un proyecto superpotente de programas públicos alrededor de las crisis más urgentes y de la imaginación política de povenires mejores sino una serie de prácticas concretas, posiciones feministas y formas de trabajo que hacían por que esos discursos se encarnaran un poco más en las relaciones y en los procesos que los hacían existir, con todas las limitaciones que evidentemente había: que fueran algo más que contenidos, y que fueran de fondo: que no duraran lo que un evento y que los eventos, a su vez, tuvieran algo de esa cosa tan fundamental de la performance: el acontecimiento. Es decir, por ejemplo: no (solo) el programa del festival Idiorritmias sino el ambiente que en él se generaba; no (solo) los títulos de la colección et. al sino la constelación de temas que traían al frente armando una conversación más nueva, muy crítica pero nada derrotista; no (solo) unos talleres maravillosos sino la continuidad de los mismos con prácticas artísticas maravillosas (Postdata). Que lo despidan / fulminen con tal velocidad y agresividad, sin dejarle ni siquiera organizar el cierre y/o transición de todos esos programas a lo mejor dice algo sobre la fuerza y radicalidad de su apuesta; o a lo peor dice algo sobre el estado tan deteriorado de las instituciones públicas en general, no sólo de las culturales. Qué poco cuesta destruir lo que tanto cuesta construir.
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