27 de noviembre de 2017, casi a medianoche sale nuestro avión desde Madrid hacia Ciudad de México. Viajamos Fran MM Cabeza de Vaca, Roberto Baldinelli (nuestro gran director técnico) y yo. No creemos encontrar a nadie más de la programación de Madrid para la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en el vuelo. Todavía no somos conscientes de la locura física que supone desplazarnos durante 30 horas por varios husos horarios y estados del ser y la emoción tan distintos para sólo parar 50 horas en Guadalajara, Jalisco, sede de la Feria Internacional del Libro más importante para el idioma espaniol etc etc. Tendríamos que haberlo pensado antes pero para cuando llegaron los billetes con su absurda temporalidad no teníamos ya más ganas de seguir discutiendo las condiciones mínimas para hacer un trabajo digno. Nos pudo el entusiasmo. O la fantasía. El entusiasmo por ir a México, ese agujero negro de atracción. La fantasía de las consecuencias. Sin entusiasmo ni fantasía ciertas formas de vida como por ejemplo la nuestra serían simplemente inviables, simplemente no se levantarían de la cama ese día. Pero las consecuencias no se producen solas, requieren de contextos. Me doy cuenta de esto mismo en el mismo momento en que llegamos al pabellón de Madrid en la inmensísima Feria y observamos algo que ya nos habían comentado poco antes: su luz fría, las 4 entradas sin cierre que la vuelven una especie de zona de paso dispersa, incapaz de retener ni por cinco minutos a lxs paseantes que se asoman, de modo que el público de cada mesa redonda rota hasta la reposición completa cada media hora. Es curioso ver fluctuar a quienes te escuchan, quizá te hace depender demasiado de las tres o cuatro miradas que se quedan, la energía se distribuye mal, es como hablarle al aire. Alguna vez estos meses atrás me había preguntado ingenuamente qué podía pasar o a quién podía interpelar si leía
reverte en medio de la FIL, pero 5 minutos de texto tan crudo y repetitivo como ése de pronto me parecen demasiado pesados para una atmósfera tan volátil. No va a pasar nada, nada va a existir demasiado, digamos. Optamos por empezar con
Abalorio, el audio de
No se entra, y luego leo la segunda parte de "Una historia de España", que es un texto creo que igual de tenso y violento que reverte, pero más corto. Nos quedamos a la charla de Concha Jerez y Fernando Castro, que estuvo brillantemente llevada y salvada en su calidez, dadas las circunstancias, y a las 8pm tomamos una camioneta al hotel. Antes de nuestra mesa redonda habíamos empezado el montaje en el teatro LARVA, un poquito antes nos habíamos duchado con velocidad porque sólo una hora y media antes habíamos aterrizado en Guadalajara desde el DF. Esa noche del 27 nos morimos 8 horas para a las 9 am del 28 estar frescxs en LARVA y seguir montando, probando y ensayando. A las 9pm actuará Minke Wang, a las 10pm nosotrxs, a la 1am estará todo desmontado y a las 2am en el hotel encargaremos de cenar para a las 6 am tomar otra camioneta camino al aeropuerto camino a df camino a madriz. Crassssy. Épico. Quizá nos pasamos, fran, de optimistas. La cosa no tiene pies desde ningún punto de vista, por ejemplo el ecológico, pero desde el punto de vista de rendimiento sociocultural de la cantidad de cuerpos de escritorxs/artistas que has logrado transportar hasta otro país a costa de su salud, tampoco. En las 50 horas de estadía --que para otrxs autorxs fueron 72-- no da tiempo ni a conocerse con otrxs miembrxs de la delegación --salvo con quien compartes cartel, como nosotrxs con Minke Wang (cuya propuesta nos interesó bastante)-- ni mucho menos con editorxs, escritorxs, librerxs, de la FIL. Por no ver no vimos ni la feria, más allá de un paseo de 15 minutos que terminó en un vestíbulo de salones a donde éramos amablemente invitadxs: Almudena Grandes en pantalla, "sí, es el hijo de Vargas Llosa, pasen" o "aquí no pueden pasar", "¿pero qué es?", "es la sala de los autores": un pasillo largo, una fila de hombres de traje de pie apoyados contra una mampara, esperando su turno. Eso es todo lo que pude ver del folklore de la FIL. Por suerte al día siguiente en LARVA no pudieron salir mejor ni el montaje ni casi casi la actuación ante 40 cuerpos muy atentxs. De haber habido más cuerpos quizá la sensación no hubiera sido tímida, pero al salir y charlar con algunxs de ellxs, entendemos que pasó, que quizá sí conseguimos que el ruido llegara hasta ese huso horario e hiciera conversación. Se nos ocurren pocos lugares más bellos y de mejor sonido que este teatro, más adecuados a la estética de la obra que sus paredes de ladrillo y estructuras metálicas desnudas. ¿20 metros de altura?, longitud, anchura, oscuridad, luces muy precisamente dirigidas contra los cartelitos. "Te van a charolear", me dice, "pues que charoleen", me digo, no se van a ver en otra igual muy fácilmente los cartelitos y ellos también están de viaje. 50 horas en Guadalajara y cada persona con que nos hemos cruzado por más fugaz que fuera el encuentro nos habló un poco así, como a los ojos, de frente, no sé, incluso si sólo nos miró, a ese flash me refiero. Me acordé de esa frase del Comité Invisible que creo que tan bien define partes de nuestra época, "que la crisis actual es una crisis sobre todo de presencia", para pensar que México es el desmadre de la presencia, en muchas capas, a muchas intensidades, pero ahí, delante de ti, imposible apartar la vista. La pasamos increíble y si algo no perdonamos al inventor del viaje relámpago de escritorxs madrileñxs no es el agotamiento físico al que nos expuso sino que ni siquiera nos dejara el tiempo de ir a tomar una cerveza con la gente tan linda que allí habíam: Alejandro y Rocío, Andrés y su amigo --cuyo nombre no recuerdo--, Héctor, ¿Aristeo?, ¿Alejandro?..., Adrián y ¿Hugo? (si de casualidad leéis esto y de casualidad no encontráis mi mail es: sra.ramsay@gmail.com), la chica que preguntó en la mesa redonda y estaba también en el LARVA, alguien que ha hecho
una reseña de ambos eventos, Rosa y Marc, de
Pensaré Cartoneras, que hicieron 20 ejemplares divinos de la edición del dvd del ruido en Usera y se los trajeron en bus desde San Cristóbal de las Casas (si quieren uno: escríbanme al mail). Nos faltó ir a conocer el karaoke del bambú bar y ver un par de calles de guadalajara de noche, aunque sólo fuera eso, un par de calles, dos cervezas, una conversación afilada más. Pero habrá vuelta, seguro, y será larga, esperamos. Más fantasía y más entusiasmo, más ganas aún de consecuencias locas y contextos que las propicien, de encuentros reales. EPIC. No se pasa. Que no se pase. Ea