"en         un determinado momento,  frente a los acontecimientos públicos,         sabemos que          debemos rechazar. El rechazo es absoluto, categórico. No discute          ni hace oír         sus razones. En esto es silencioso y solitario,  incluso cuando         se afirma, como         debe ser, a plena luz del  día. Los hombres que rechazan y que         están ligados por          la fuerza del rechazo saben que aún no están juntos. El tiempo          de la afirmación         común les ha sido precisamente arrebatado. Lo  que les queda es         el irreductible         rechazo, la amistad de  ese No cierto, inquebrantable, riguroso,         que les          mantiene unidos y solidarios.
el         movimiento de rechazar es  raro y difícil, aunque idéntico y el         mismo en cada         uno  de nosotros desde el momento en que lo hemos captado. ¿Por         qué  difícil?         Porque hay que rechazar no sólo lo peor, sino también  una         apariencia razonable,         una solución que se diría  feliz.(…)
lo         que rechazamos no carece  de valor ni de importancia. Es         precisamente por esto         por  lo que el rechazo es necesario. Hay una razón que ya no          aceptaremos, hay         una apariencia de cordura que nos produce  horror, hay una oferta         de acuerdo y         de conciliación que  ya no escucharemos. Una ruptura se ha         producido. Se nos ha          conducido hasta esa franqueza que ya no tolera la complicidad.
cuando         rechazamos, rechazamos  por un movimiento sin desprecio, sin         exaltación, y          anónimo, en la medida de lo posible, pues el poder de rechazar          no se realiza a         partir de nosotros mismos, ni en nuestro solo  nombre, sino a         partir de un         comienzo muy pobre que  pertenece en primer lugar a quienes no         pueden hablar. Se          dirá que hoy es fácil rechazar, que el ejercicio de tal poder          entraña pocos         riesgos. Sin duda es cierto para la mayoría de  nosotros. Creo,         sin embargo, que         rechazar no es nunca  fácil y que debemos aprender a rechazar y a         mantener          intacto, mediante el rigor del pensamiento y la modestia de la          expresión, el         poder de rechazo que desde ahora cada una de  nuestras         afirmaciones debería         verificar"
Maurice Blanchot, Escritos             políticos (1958)
[de una conversación en marcha con el bello R] 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
